Cabo Raso llegó a tener alrededor de 200 habitantes, así como también contaba con un almacén de ramos generales, el cual se llamaba “La Castellana”, que según cuentan las historias y leyendas del lugar, en sus mejores épocas, recibía a muchos peones y gauchos de los campos cercanos. Era el típico lugar de encuentro, cuando existía una comunidad. Es inevitable al caminar por aquí y pensar cómo serían aquellas noches en este lugar, cuando aún estaba “vivo” de alguna manera el pueblo. Por otro lado, también tuvo una oficina de correo, telégrafo y hasta una escuela de piedra construida en 1909, a la cual llegaban niños de las estancias vecinas. También se instaló un faro en 1925.

Con el paso de los años y sobre todo cuando la ruta Nacional 3 se asfalto, Cabo Raso comenzó a apagarse lentamente. La antigua ruta dejó de utilizarse, con lo cual Cabo Raso dejo de ser el lugar donde pasaban los vehículos que hacían su recorrido entre Trelew y Comodoro Rivadavia. Poco a poco la gente comenzó a irse en busca de nuevas oportunidades a localidades cercanas. Y de esta manera Cabo Raso se convirtió en un “pueblo fantasma.”

Donde alguna vez hubo niños jugando, y ancianos conversando en las esquinas, hoy solamente quedan las viejas paredes derrumbadas. Ruinas y más ruinas. Uno piensa: ¿Qué habrá sido de aquellas personas que alguna vez llamaron hogar a Cabo Raso? Hoy solamente reina la paz absoluta y un silencio inquebrantable. En 1985 falleció Mercedes Finat, la dueña del almacén La Castellana y quien fuera la última habitante de Cabo Raso. Desafiando a la soledad, termino sus últimos días resistiéndose a abandonar su hogar. Si uno busca conocer un lugar diferente, sin dudas Cabo Raso es una muy buena opción.

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Bruno Sabella