Los restos arqueológicos de uno de los enclaves defensivos y productivos instalados por la Corona Española entre 1779 y 1810 en Península Valdés dan cuenta de un establecimiento precario en un contexto de escasez y de tensiones interétnicas. Según afirma un equipo de investigación del CONICET, existe mucha documentación acerca del carácter y de las intenciones de la corona española a la hora de establecerse en ciertos sitios que consideraba estratégicos.
Estos asentamientos tuvieron la función de incorporar sus puertos al sistema de intercambio colonial y fueron diseñados como proyectos sociales novedosos en los que se buscaba crear poblaciones con una base agrícola y condiciones sociales igualitarias. Hacia fines del siglo XVIII, la corona española llevaba adelante un conjunto de reformas en sus territorios más australes para renegociar su posición en el tablero colonial de potencias europeas.
La creación del Virreinato del Río de la Plata (1776) tenía como fin optimizar las rentas reales y las medidas tributarias, reafirmando al Atlántico como esfera comercial. El mismo año, los Estados Unidos de América declaran su independencia, perdiendo Inglaterra sus colonias del norte. Siendo evidente su necesidad de cubrir la pérdida, España decide ocupar efectivamente la Patagonia.
La descripción de Thomas Falkner en 1774 se imprimió en Inglaterra una obra sobre la Patagonia austral y las regiones circundantes, escrita por un jesuita llamado Thomas Falkner, quien vivió en las provincias del Río de la Plata por más de cuatro décadas. El impreso, que incluyó un mapa de la región, realizó una descripción bastante detallada de la geografía patagónica, a la par que recalcó la debilidad del dominio español sobre esas tierras.
El libro “Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América Meridional”, advertía la facilidad de ocupar el territorio patagónico por la ausencia de cualquier presencia española. La obra de Falkner causó gran preocupación y alarma en la corte real española, ante la posibilidad de que se concretara la instalación de un establecimiento inglés en las costas de la Patagonia austral, como de hecho sucedió en 1765 en las islas Malvinas.
Las observaciones de Falkner eran reales. Buques balleneros ingleses y de otras nacionalidades operaban desde hacía tiempo en los mares del sur con absoluta libertad, incluso en tierra existían bases transitorias que prestaban apoyo a estos buques y a cazadores de lobos marinos. En los años sucesivos, se intensificaron las expediciones a la región con la finalidad de encontrar posibles establecimientos comerciales o militares extranjeros, cuya presunta existencia se vio corroborada por las noticias acerca de una ciudad poblada de hombres blancos en los territorios australes de América.
A fines del siglo XVIII, la Patagonia era considerada en Europa como una región marginal con cierta importancia geoestratégica por permitir el paso al Océano Pacífico a través del Cabo de Hornos. Siguiendo estos objetivos y con el fin de reafirmar la presencia española en el área, a partir de 1778 se promulgan las Reales Cédulas para la fundación de los establecimientos patagónicos y entre 1779 y 1780 se fundan los asentamientos.
Los últimos días de 1778 se organizaron los primeros viajes desde España y a principios de enero de 1779 partieron desde Buenos Aires hacia la costa patagónica. El 7 de enero de 1779 Juan de la Piedra desembarca en la costa sur del golfo San José,descubierto por él.
Tras hacer reconocer las características topográficas de la península de Valdés, descubriendo Villarino los manantiales conocidos con su nombre y la Bahía Sin Fondo, a la que diera el nombre de Puerto Nuevo, dispuso la construcción del Fuerte de Candelaria, origen de la posterior Estancia del Rey, cuyas haciendas fueran las primeras introducidas en la Patagonia. En los primeros días, el piloto Don Basilio Villarino localizó la entrada al Río Negro, confundida hasta entonces con la del Río Colorado; fue también responsable del hallazgo más significativo para San José, el de los manantiales de agua dulce cerca de la Salina Grande en el interior de la Península.
En abril Francisco de Viedma salió con la mayor parte de la tripulación para instalarse en el Río Negro, donde fundará Nuestra Señora del Carmen en abril de 1779. Dejó a cargo del Fuerte San José a su hermano, Antonio Viedma, quien luego de enfrentar condiciones durísimas, por el clima, la calidad del agua y el malestar de la tropa, en septiembre abandonó el fuerte a manos del teniente Pedro García y seis soldados que permanecieron por decisión propia. Durante este período el esfuerzo mayor fue reconocer la zona y buscar los recursos básicos como el agua y leña.
De la Piedra fue el primero en informar en enero, relatando el establecimiento de los campamentos y la búsqueda de agua dulce, mientras Villarino se centró en el relevamiento de Bahía sin Fondo y en las desembocaduras de los ríos Negro y Colorado. Antonio Viedma, luego de abandonar el fuerte, argumentó desde Buenos Aires que San José era de peor calidad que San Julián por tener demasiado terreno salitroso. A partir de los informes y reclamos se observa que las duras condiciones y la partida de los comandantes de la expedición dejaron al Fuerte San José desprotegido, siendo constante la demanda por abastecimiento, así como los inconvenientes para obtener agua dulce.
Un monolito recordatorio del desembarco de 1779 de Juan de la Piedra fue erigido en Playa Villarino sobre el Golfo San José, en la costa. Juan de la Piedra vuelve hacia el norte, y el 30 de julio de 1784, en su calidad de Superintendente de la Costa Patagónica, se dirige por carta al Conde de Floridablanca, informando sobre las utilidades y desventajas de establecerse en dicha costa.