“La Patagonia, esa tierra inhóspita y desolada, eternamente barrida por el viento, es la página en blanco en la que los hombres han escrito una historia hecha de sueños y adversidades, de utopías y fracasos. Las aventuras de intrépidos navegantes y conquistadores, de exploradores acechados por piratas y corsarios; los enfrentamientos entre indios y blancos; las peripecias de fugitivos de todas partes del mundo y de los abnegados colonos que llegaron en busca de tolerancia y prosperidad, dibujan sobre las desérticas mesetas un mapa de desafíos, sangre y quimeras". (“Barridos por el viento”, Roberto Hosne)
La ciudad de Puerto San Julián, ubicada en la provincia de Santa Cruz, nos invita a vivir una experiencia diferente en la Patagonia argentina, donde no solamente disfrutamos de sus paisajes naturales, sino que también descubrimos su historia, la cual se remonta a la llegada del célebre capitán portugués Fernando Magallanes en 1520. La ciudad está ubicada en el centro costero de Santa Cruz, a 3 kilómetros de la ruta nacional 3 y a 360 kilómetros al norte de la ciudad de Río Gallegos.
Puerto San Julián tiene todo si queremos vivir una auténtica experiencia: la inmensidad de sus playas, sus áreas naturales protegidas con especies únicas en el mundo, así como también su legado histórico. San Julián representa el típico asentamiento portuario de la Patagonia, el cual se caracteriza por su extensa costa, invitándonos a caminar por la costanera y disfrutar de los atardeceres patagónicos, siempre tan especiales.
La ciudad fue declarada lugar histórico en 1943, rememorando la celebración de la primera misa rezada en territorio argentino en oportunidad del desembarco de Magallanes y su tripulación en el año 1520. El eslogan de la ciudad: “Origen del mito patagónico”, está muy bien merecido. Ha sido el sitio de los primeros desembarcos europeos en tierras patagónicas y el lugar donde por primera vez el hombre europeo se encontró con los nativos: los tehuelches.
“Llegamos (31.03.1520) a los 49º y medio de latitud meridional donde encontramos un buen puerto, y como el invierno se aproximaba, juzgamos a propósito pasar allí la mala estación”, anota el cronista de la expedición Antonio Pigafetta en su diario, en referencia a la bahía y Puerto de San Julián. Magallanes ordena racionar los alimentos y el vino y comunica imperativamente que invernan en este paraje, lo cual disgusta a la tripulación. Cabo Curioso y Punta Desengaño son los extremos Norte y Sur de la Bahía. De la expectante curiosidad al desengaño: estos nombres resumen los episodios dramáticos que vivió la expedición en estas costas.
“Un día en que menos lo esperábamos -escribe Pigafetta- se nos presentó un hombre de estatura gigantesca. (...) Al vernos, manifestó mucha admiración, y levantando un dedo hacia lo alto, quería sin duda significarnos que pensaba que habíamos descendido del cielo. Este hombre era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura. Era bien formado, con el rostro ancho y teñido de rojo, con los ojos circulados de amarillo, y con dos manchas en forma de corazón en las mejillas. (...) Su vestido, o mejor, su capa, era de pieles cosidas entre sí (...). Llevaba en la mano izquierda un arco corto y macizo, cuya cuerda, un poco más gruesa que la de un laúd (...); y en la otra mano, flechas de caña, cortas, en uno de cuyos extremos tenían plumas…”.
Si bien el primer contacto entre nativos y europeos fue amistoso, todo terminó muy mal. Magallanes capturó a tres nativos para llevarlos ante el Rey de España mediante un engaño. Pigafetta narra: “…les dio una gran cantidad de cuchillos, espejos, y cuentas de vidrio, de modo que tuvieron las dos manos llenas; enseguida les ofreció dos grillos de hierro, de los que se emplean para los presos, y cuando vio que los codiciaban (les gusta extraordinariamente el hierro) y que, además, no podían cogerlos con las manos, les propuso sujetarlos a los tobillos para que se los llevasen con mayor facilidad… En cuanto se dieron cuenta de la superchería se pusieron furiosos”
Floridablanca
Entre 1780-1784 la corona española estableció una colonia agrícola, para poder resguardar su posesión territorial ante otras potencias. La llamaron Colonia Floridablanca. Ante la amenazante presencia de los ingleses en las costas patagónicas, el rey de España Carlos III mandó a fortificar cuatro puertos. Finalmente, sólo se concretó la iniciativa en Carmen de Patagones y Floridablanca, en la bahía San Julián.
La corona española se propuso llevar a la práctica un proyecto de sociedad ideal estableciendo un nuevo modelo en el que se fomentaría la igualdad entre los hombres, la agricultura como fuente de riqueza y la familia como pilar de la sociedad. Sin embargo, la colonia no prosperó. Las ruinas de Floridablanca han sido declaradas Lugar Histórico Nacional y en los últimos años un equipo de arqueólogos de la Universidad de Buenos Aires ha comenzado a trabajar para la conservación y exhibición de las piezas que provienen de las excavaciones.