20 dic 2024

Libro "La Australia Argentina" de Roberto Payró

Roberto Payró, quien recorrió la Patagonia y escribió las crónicas de su visita, dejó un testimonio memorable de la época pionera de la región patagónica. Estos textos publicados en el diario La Nación, luego serían recopilados en el libro La Australia Argentina. Allí realiza una fenomenal descripción de la etapa fundacional de las localidades patagónicas, con una abundante información de los antecedentes históricos, de la incipiente producción y de la penosa vida de los primeros pobladores.

Tuvo espacio para la ironía y cuestionó el desinterés del gobierno porteño por esas alejadas poblaciones. También abordó la coexistencia con los pueblos originarios y vislumbró la agonía que ese contacto estaba produciendo.  


Ya Roberto Payró, en las crónicas que escribió cuando fue a la Patagonia como enviado del diario La Nación, daba cuenta de la cualidad ambivalente que pesa sobre el territorio: la riqueza natural pero el olvido estatal, el proyecto nacional pero la amenaza extranjera, la impresión de que se tiene un diamante entre manos, pero nadie que lo sepa pulir. Cuando zarpó del puerto de Buenos Aires en 1898, Payró formaba parte de los escritores (otro de ellos era Francisco P. Moreno, que en ese viaje iba en el mismo barco que él) que entonces empezaban a producir obras en las que la Patagonia inhóspita y maldita que había descripto Darwin era reformulada como fuente de riquezas naturales y como espacio por incorporar a una idea de nación y de progreso.

El título de sus crónicas compiladas, La Australia Argentina, habla de eso último: del país joven y pujante en el que se puede reproducir un modelo de progreso. Las crónicas, sin embargo, hablan también de lo otro: de las medidas proteccionistas que impiden el crecimiento de las industrias, de la falta de políticas de asentamiento, de los decretos que entregan las tierras a las especulaciones financieras en vez de otorgarlas a los colonos para que las hagan producir, del estado calamitoso de los transportes y las comunicaciones, del aislamiento en que se encuentran los pobladores. En fin, de la ausencia de un estadista que desde el gobierno central pudiera incorporar esa riqueza a un país en funcionamiento.

El reclamo, convengamos, es un recurso que la Patagonia conoce bien. Payró, cuando ya va bastante avanzado en su viaje, lo asienta. Las frases que los habitantes patagónicos le repiten acerca de todo lo que les falta, de todo lo que hay que hacer, lo acosan por donde va. Lo persiguen como los pájaros, lo aturden, lo irritan: "Si ustedes taladraran los oídos ejecutivo-nacionales como taladran los míos, seguro estoy de que no pasarían tres meses sin que tuvieran las mejores comunicaciones del universo e islas adyacentes", supone. Pero supone mal: los tiempos confirman que la Patagonia todavía espera respuestas acerca de sus comunicaciones y también de sus áreas naturales, sus leyes de promociones industriales, sus reglamentaciones a las exportaciones.

Este esquema perverso del reclamo desatendido va ubicando al Estado en el papel del perro del hortelano, en un lugar que va abriendo flancos. Uno es el de la codicia extranjera: si el gobierno argentino no hace nada por la Patagonia lo hará el chileno o el inglés o, más ˆ la page, lo harán los acreedores internacionales supuestamente interesados en canjear deuda externa por territorios ricos, no contaminados y estratégicamente ubicados.

Payró había nacido en la localidad bonaerense de Mercedes, en 1867. Su labor periodística la desplegó en los diarios La Prensa, La Vanguardia y, desde 1890, en La Nación. Fue corresponsal en Europa durante la Primera Guerra Mundial. Se destacó también como novelista, cuentista y dramaturgo. Su obra fue considerada como la consumación de una hábil fusión de la intelectualidad con la cultura popular.

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