Un capítulo importante de la historia de la Patagonia comenzó con las expediciones de famosos navegantes, piratas y conquistadores. A lo largo de la historia, las costas del sur de Argentina fueron testigo de cientos de expediciones. Desde que Magallanes descubrió la costa patagónica y el Estrecho que lleva su nombre, siempre ha sido una tierra de conquista y colonización.
El océano
Atlántico Sur es conocido por sus fuertes tempestades, así como también por sus
valientes marineros que navegaron las aguas del “fin del mundo.” Desde el siglo
XVI en adelante, fueron aumentando las expediciones hacia el Nuevo Mundo y el Estrecho
de Magallanes fue un territorio de alto valor estratégico para la navegación
hispana hacia Oriente.
Navegar en
las latitudes australes era una odisea, pues no existía la tecnología con la
que cuentan actualmente los barcos. Corrientes traicioneras, icebergs, y muchos
islotes ocultos por el agua, presentaban un desafío para los marineros de la
época. Muchos de los navegantes que llegaron a las costas de la
Patagonia conocieron esta parte del mundo de la manera más trágica: en un
naufragio.
A pesar de
que el tráfico marítimo por el Atlántico Sur disminuyó considerablemente desde
la apertura del Canal de Panamá en 1914, en la actualidad transitan muchas
naves de gran tamaño, especialmente petroleros y portaaviones, así como también
cruceros que se dirigen a la Antártida. Lugares como el Estrecho de Magallanes,
el Canal Beagle o el temido Pasaje de Drake siguen imponiendo respeto entre los
navegantes, incluso hoy en día cuando las embarcaciones cuentan con avanzados
sistemas de navegación.
La historia del naufragio
El 7 de marzo de 1770 la corbeta inglesa “Swift” salió
del puerto Egmont en las Islas Malvinas para realizar una exploración de la
costa patagónica, un territorio que todavía estaba controlado por los
indígenas. Sin embargo, el 13 de marzo la embarcación fue embestida por un
fuerte temporal y el capitán George Farmer decidió refugiarse en la ría
Deseado, (provincia de Santa Cruz) lugar donde encalló dos veces y luego se
hundió a 50 metros de la costa.
El martes 13
de marzo de 1770, el oficial Erasmus Gower anotó en la bitácora que la corbeta
HMS Swift se hundió a las 18.00 horas en la ría Deseado. La HMS Swift era una nave
de guerra del tipo sloop, comparable a la categoría de
“corbeta” en la clasificación náutica española.
El barco
tenía una tripulación de 91 marineros y tres de ellos murieron durante el
accidente. La corbeta se caracterizaba por estar armada con 12 cañones
de seis libras y 14 cañones pedreros y había sido fabricada ocho años antes en
Inglaterra. Según las crónicas históricas, hoy sabemos que los sobrevivientes
permanecieron un mes en la costa de la ría, hasta que lograron enviar un grupo
de marineros hasta las Islas Malvinas para avisar de su situación. Finalmente,
fueron rescatados por la “Favourite”, otro navío inglés, enviado desde las
islas.
La corbeta
“Swift” es un hito relativamente importante en la historia de la navegación
británica, eje de su colonialismo imperial. Su derrotero se resguarda en los
libros y se evoca en el tradicional Museo Naval de Londres, pero el destino
concreto del casco y los tres marineros ahogados nunca habían sido una
preocupación para nadie.
Arqueología subacuática
Según la
Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos. y de
acuerdo a lo estipulado en la convención de la UNESCO de 2001, conforman el
patrimonio cultural subacuático todos los restos de cultura material que poseen
más de 100 años de antigüedad. Tanto al barco como a su contenido, no importa
si es o no un tesoro, se los considera de dominio público.
El hallazgo de la corbeta “Swift” fue el inicio de la
arqueología subacuática en Argentina, una disciplina apasionante donde se
entremezcla historia y ciencia, así como también mitos y leyendas. La historia
del naufragio de la corbeta Swift había quedado olvidada y casi nadie sabía en
Puerto Deseado.
La historia salió a la luz y se hizo conocida en la zona cuando un australiano descendiente de Erasmus Gower llegó a Puerto Deseado en 1975 para revelar el misterio de su antepasado y hallar los restos del barco. Sin embargo, no consiguió ninguna información adicional a los ya existentes de la bitácora oficial de 1770.
Años más tarde, el estudiante Marcelo Rosas decidió junto a un grupo de amigos revelar este gran misterio e iniciar una exploración. El resultado fue una comisión de búsqueda y rescate, la cual incluyó un club náutico local y varios vecinos de la zona. Lograron dar con los restos del barco el 4 de febrero de 1982.
La corbeta fue hallada sobre la costa norte de la ría
Deseado, a unos tres kilómetros de la desembocadura y a unos 100 metros del
puerto. Muchas de las piezas que se lograron rescatar estaban asentadas sobre
un fondo de rocas cubiertas por sedimentos de arena y barro, a unos 18 metros
de profundidad. El
equipo arqueológico también descubrió los restos óseos de un marino inglés.
Ahora están sepultados en el Cementerio Británico de Chacarita de Buenos Aires,
en una tumba sin nombre.
Uno de los
hallazgos más curiosos fue el de un huevo de pingüino dentro de un vaso de
vidrio, 228 años después del naufragio. Además, se encontraron semillas de
mostaza y granos de pimienta, elementos “de lujo” que, según los inventarios de
la época, no formaban parte de las provisiones que la armada inglesa otorgaba a
sus tripulaciones.
Pero también
existe en Londres una carta del capitán Farmer expresando su deseo de llevar
mostaza al viaje, lo cual permite inducir que el jefe de la nave se las ingenió
para infringir las reglas. Lo que no hay forma efectiva de saber es si el
capitán compartió los granos de mostaza o se los guardó para él y la
oficialidad. En los últimos años, también se han hallado restos humanos que pertenecieron a los tripulantes de la corbeta Swift.
Museo Mario Brozoski
Los restos hallados de la corbeta están exhibidos en el
museo municipal “Mario Brozoski”, nombre de uno de los jóvenes exploradores,
que falleció poco tiempo después del hallazgo. El museo fue creado en 1983 y 2019, luego de varios años de obras,
fue reinaugurado y
abrió nuevamente al público con la muestra "200 años bajo el mar. La
Corbeta Swift renace en Puerto Deseado.”
Al visitar
el museo es posible observar varios objetos como vasos de vidrio, cerámicos,
cajones de madera, así como también botellas, vajilla, un reloj de arena, entre
otros. El museo también ofrece a los visitantes la colección de material lítico
de la cultura nativa de la zona, la cual pertenece al padre Molina.
El museo
tiene un diseño innovador que
ofrece la posibilidad de vivir una experiencia diferente, recreando un descenso al lecho marino a
través de todos los sentidos. Al ingresar, una primera sala donde abunda la
luz, en la superficie, presenta los cimientos que estructuran la exposición,
entre ellos, el documento de Gower.
Luego, poco a poco, se incurre en un descenso que traslada al visitante al casco de la corbeta; en un espacio a media luz, con paredes de madera, donde sólo resaltan los elementos recuperados del barco, con una iluminación que enfatiza el volver a ver la luz una bomba, que habría sido empleada para recoger el agua necesaria en la cocina, utensilios de cocina, armamento, vajilla, planos y mapas.
Atravesando
una suerte de algas marinas, se llega a una tercera sala, donde, suspendidos
sobre un fondo celeste profundo, destacan más utensilios, y, en el piso, sobre
una base de arena, muestras de la
madera original del casco. Luego, atravesando otra enredadera,
se emerge a la
superficie y se halla información relevante sobre la acción de los pioneros que
dieron el paso decisivo al descubrimiento, y todo lo que aconteció luego:
recortes periodísticos, material audio-visual, líneas cronológicas sobre los
hechos que motivaron la incursión primero, y los procedimientos posteriores.
La historia
del naufragio de la corbeta “Swift” es una de las tantas historias de los
naufragios que ocurrieron en el Atlántico Sur. Según los estudiosos del tema,
se calcula que en las costas patagónicas existen 700 naufragios históricos. En
la actualidad, los investigadores continúan en busca de naufragios históricos.
El recorrido
por el museo nos permite vivenciar una misión de buceo en la superficie, una
experiencia diferente porque expone el valor del patrimonio local,
comprendiendo la importancia de la arqueología subacuática. Al terminar la
visita en el museo “Mario Brozoski”, uno observa una frase que resume todo lo
que representa la mítica costa patagónica: “La
curiosidad puede ser el comienzo de una aventura inimaginable.”