Esta historia nos lleva por las provincias de Neuquén, Chubut y Río Negro, donde la protagonista es una mujer inglesa, Elena Greenhill, más conocida como “la bandolera de la Patagonia”. Pasiones, muertes y delincuencia en el fin del mundo hace más de un siglo. Conocemos esta historia a través del libro “La bandolera inglesa”, del escritor Elías Chucair.
Los orígenes de Elena Greenhill
La historia
de Elena Geenhill Blaker comienza a miles de kilómetros de la Patagonia. Había
nacido en Yorkshire, Inglaterra, en 1875. Llegó a Chile con tan solo 15 años de
edad junto a sus padres y cuatro hermanos (una hermana y tres varones). Cinco
años después se casó con Manuel de la Cruz Astete. Comerciante chileno que le
doblaba en edad, muy apuesto y habituado a moverse a ambos lados de la
cordillera haciendo negocios poco claros. Elena tuvo dos hijos antes que su
esposo fuera detenido mientras llevaba un arreo a Chile, del que no pudo
comprobar ser su propietario legal.
Cuando
apareció el cadáver de su esposo bajo un montón de piedras, cerca de su casa,
la señalaron como la única culpable. Evitó la cárcel gracias a la gestión del
abogado Martín Coria. Era hijo de conocidos estancieros de la zona de Carmen de
Patagones y quizás también pariente del gobernador de Buenos Aires. Lo cierto,
es que en el expediente judicial se estableció que el culpable había sido un
peón de la familia del que también se comentaba era amante de “La inglesa”.
Martín Coria se transformó en su segundo esposo y el policía que investigó el
caso fue el padrino de la boda.
El libro “La bandolera inglesa”
La historia
de esta inglesa la conocemos en gran parte gracias a la investigación y relatos
recopilados por querido escritor Elías Chucair, oriundo de la provincia de Río
Negro. Chucair, ciudadano ilustre de la provincia de Río Negro, ex intendente y
diputado, autor de más de 40 libros en donde cuenta historias de la Patagonia,
publicó la historia de "La inglesa bandolera" en 1985. Luego en dos
ediciones más, en los años 1996 y 2003. Chucair era de la localidad Ingeniero
Jacobacci, y falleció en el año 2020, a los 94 años de edad.
Siendo muy
niño, contó en el prólogo de su libro, "llegaban accidentalmente a mis
oídos (...) cosas que tenían relación con aquella mujer. "Un día me
picó la idea de conocer episodios y personajes del ayer, especialmente de la
época en que los pioneros dejaban jirones de su vida para subsistir en un medio
inhóspito, lleno de privaciones y de peligros".
Chucair pudo
recopilar mucho material, inclusive su padre pudo ver y conocer a la inglesa,
por lo que el relato del autor tiene mucho de testimonio viviente. La inglesa
vestía ropa masculina, usaba breeches y botas altas, usaba sombrero por el cual
se le escapaban cabellos rubios y "nunca abandonaba un poncho Castilla,
seguramente traído desde Chile".
En aquellos
tiempos, Elena Greenhill ya era famosa en la Patagonia por su habilidad y
puntería con las armas y por apropiarse de lo ajeno. Dicen que vestía como
hombre y era brava como una serpiente. Junto a su segundo esposo instalaron un
almacén de ramos generales en el paraje Monton-Niló de Río Negro. La pareja
incorporó al negocio de ramos generales la compraventa de hacienda, crianza de
ovejas, robos y estafas. Se afirmaba que vendían hacienda robada y que no
solían pagar a los proveedores del almacén. Elena decidió instalar a sus hijos
como pupilos en un colegio de Buenos Aires, consciente del riesgo que corrían
en el sur.
Una partida
de 15 hombres bajo el mando del comisario Calegaris salió en busca de la
“bandolera inglesa”. El causante de la búsqueda fue una denuncia por robo de
ganado, la cual se presentó en la localidad de Telsen, en la provincia de
Chubut.
El comisario
local, de apellido Altamirano, junto a un ayudante, también se encaminaron
hasta el almacén de “La inglesa” para participar de la resonante captura. Es
que Altamirano se había quedado “con la sangre el ojo” tiempo atrás, tal el
dicho popular. Fue cuando descubrió que el misterioso forastero al que le
tintineaban espuelas de plata chilena al caminar, era en realidad una mujer de
largos cabellos rubios que vestía de hombre y solía acompañarse de un
respetable Winchester. En aquellos tiempos y lugares, eso era como una
cachetada para los machos de la Patagonia.
Cuentan que
el comisario la siguió hasta la pulpería y ordenó en voz alta que le proveyeran
urgente de una falda “a la dama”. El silencio que siguió a la orden no
presagiaba nada bueno. Sin embargo, Elena no le prestó atención y siguió con lo
suyo. Aunque lo guardó en su memoria.
El día que
iban a detenerla estaba con Carmen, una vecina, su marido y los demás hombres
del grupo. Justo habían llegado unos “turcos” mercachifles y estaban eligiendo
mercaderías (algunos de estos turcos fueron
víctimas de salvajes episodios de canibalismo en la Patagonia). Cuando los policías quisieron
rodear el rancho fueron recibidos a balazos. Luego de un largo tiroteo apareció
una bandera blanca en una de las ventanas del almacén. Poco después, se abrió
la puerta y salió un peón a parlamentar. El comisario Altamirano y su ayudante
se adelantaron para quedarse con el mérito de la rendición y captura.
El hombre
enviado a parlamentar era sordomudo (así es, un sordomudo como negociador).
Mientras el comisario Altamirano intentaba entenderse con aquel hombre se sumó
a terciar el marido de Elena, Martín Coria. Todo era parte de la trampa ideada
por Greenhill para distraer a los policías. En efecto, cuando unos caballos se
encabritaron sin razón aparente, “La inglesa”, Carmen y el resto de los hombres
surgieron encañonando a los policías. El resto de los agentes huyó por estar
“flojos” de municiones, según alegaron.
Elena hizo
desnudar a los policías. Dicen que el sordomudo bailaba vestido con el uniforme
del comisario mientras Altamirano y su ayudante eran obligados a lavar la
vajilla vestidos apenas con calzoncillos. Además, les hicieron firmar las guías
de arreo que certificaban que el ganado de “La inglesa” era legal (el mismo por
la que la iban a detener). Después de varios días de humillaciones los dejaron
en libertad. Poco después, su marido, fue encarcelado por haber torturado a un
mapuche para que firmara el traspaso de titularidad de sus ovejas. Al poco
tiempo salió en libertad, pero estaba muy enfermo para volver con Greenhill y
partió hacia Buenos Aires, donde murió en 1914.
En tanto,
Elena ya convivía con otro bandolero de nombre Martín Taboada. Dicen que se
dedicaban a robar ganado en Chubut para venderlo en Chile. Los héroes suelen
tener un sentimiento de inexorabilidad ante la muerte. Parece que ese
sentimiento también estuvo presente en el final de “La inglesa”. Antes de
emprender una nueva “recorrida” por Chubut se ocupó de dejar todos sus papeles
en orden dejando a resguardo la documentación que acreditaba la titularidad del
rancho, y las tierras de Monton-Niló, a nombre de sus hijos.
“La matan en Gan Gan”. Así titula Chucair al
capítulo en el cual hace alusión a la muerte de la bandolera, en el año 2015 en
Gan Gan. Fue en ocasión en que ella volvió a Chubut, junto a su nuevo marido y
otro secuaz, a estafar a la viuda que todavía tenía tierras y hacienda. La
policía de Chubut fue informada de esta presencia. "Sabían que la inglesa
iba a pasar por Gan Gan. Entonces el comisario Félix Valenciano con otros,
todos de civil, la esperaron en la Angostura del Chacay y cuando apareció no le
dieron tiempo a nada. "Dicen que la inglesa levantó el brazo para tirar,
pero no le dieron tiempo a nada. Después le dieron unos tiros de gracia cuando
estaba boca abajo en el suelo", cuenta Chucair en su primera
versión.
La otra
versión es que no fueron por la viuda a cometer el delito, sino que "la
inglesa y sus secuaces habían despojado a unos arrieros de la zona de Talagapa
de una buena cantidad de hacienda lanar, y la policía se puso en su
persecución. La partida iba al mando del comisario Valenciano y se ubicaron
estratégicamente en la estrecha Angostura del Chacay". "Dicen que el
tiroteo duró una hora; la inglesa no se rendía. Aún herida, desde atrás de su
caballo, continuaba tirando contra la policía, pero llegó el momento en que sus
fuerzas dijeron basta y cayó boca abajo".
El
certificado de defunción consta en un acta del Juzgado de Paz de Gan Gan, fue
firmado por Enrique Borman, juez de Paz, "el día 31 de marzo de 1915, en
el Paraje denominado Laguna Fría, falleció una mujer llamada Elena Greenhill,
viuda de Coria, británica y de 42 años de edad, a consecuencia de heridas de
arma de fuego, ignorándose los demás antecedentes de la extinta"
Desde la
época de su muerte, el cerro próximo al lugar donde la mataron se llama Cerro La Inglesa a modo de silente
homenaje a una mujer que hizo historia en un territorio remoto donde reinaban
los hombres. Y en el cementerio de Gan Gan descansaron sus restos hasta el año
1949, año en que una hermana que trabajaba en la Embajada Británica, los hizo
exhumar y sus restos descansan hoy en el Cementerio Británico de Buenos Aires.
Referencias
“La bandolera inglesa”, Elías Chucair.
“La bandolera inglesa en la Patagonia”, Francisco N. Juárez.