29 oct 2024

Tierra del Fuego, finibusterre

 ¿A qué hacemos referencia cuando hablamos del “fin del mundo”? El término apropiado es “Finibusterre”: Del lat. finĭbus terrae; literalmente ‘en los confines de la tierra’, de acuerdo a la definición de la Real Academia Española. “Finibusterre” se refiere al final de la tierra conocida, y generalmente apunta a una relación conflictiva entre la tierra y el mar. Este intimida y funciona como barrera, al punto que se desconoce lo que excede la visión. 


En otras latitudes lejanas a la Tierra del Fuego, han surgido asociaciones similares, por ejemplo, el cabo Finisterre de Galicia en España, o Land’s End en West Comwall, Inglaterra. Emblemática al respecto es la frase de Shakespeare en Hamlet: “¡Dios mío! Podría estar yo encerrado en una cáscara de nuez, y me tendría por rey del espacio infinito”. Los finibusterres son regionales; el fin del mundo es global.  Ahora bien, al hablar del fin del mundo debemos preguntarnos: ¿desde qué lugar hablamos? ¿Podemos imaginarlo como un lugar central?

Podemos decir que, originalmente, la identificación de Tierra del Fuego con “el fin del mundo” es de autoría europea. Podemos encontrar una serie de rasgos asociados habitualmente al “fin del mundo”, todas características atribuidas por perspectivas foráneas. Algunos de los términos con los que se ha calificado a la Tierra del Fuego se relacionan con frases y palabras como: emplazamiento en el “fondo”, en “la punta”, escasa presencia humana, lejanía, vacío, soledad, inhóspito, etc. 

Seguramente los aborígenes fueguinos no se consideraban a sí mismos como habitantes de ese extraño lugar ni lo designaban con tales calificativos. Un claro ejemplo de tal representación europea en relación al “fin del mundo” lo podemos encontrar en un artículo periodístico publicado en el suplemento británico Illustrated London News el 30 de enero de 1904 por el viajero inglés William Singer Barclay, “At the World’s End, Being an Account of the now almost Extinct Canoe-Dwellers and Other tribes of Tierra del Fuego” (“En el Fin del Mundo, un reporte de los ya casi extintos habitantes canoeros y otras tribus de Tierra del Fuego”). 

Este artículo periodístico es uno de los primeros que explícitamente asocia a la Tierra del Fuego con “el fin del mundo”, una idea que se venía gestando desde el siglo XIX, en particular entre los expedicionarios y misioneros ingleses.

Otra aproximación a la idea del “fin del mundo” está representada en la póstuma novela de aventura de Julio Verne “El faro del fin del mundo”, la cual fue impresa en 1905. Verne había escrito la primera versión en 1901, situando el faro del fin del mundo en la Isla de los Estados. Aún hoy en día muchos confunden el faro “Les Éclaireurs” de Ushuaia con el famoso “faro del fin del mundo”, imaginado por Verne en la remota isla del Atlántico Sur. 

Debido a su remota ubicación geográfica, la Tierra del Fuego fue una de las pocas zonas en el mundo donde los pueblos autóctonos habían permanecido casi intactos hasta los tiempos modernos. Hasta 1880, selknam y haush, yaganes y alcalufes, aún vivían como sus ancestros, de acuerdo a sus antiguas tradiciones.

Charles Furlong, un explorador, escritor y fotógrafo estadounidense recorrió Tierra del Fuego en la primera década del siglo XX y notó que los yaganes, que vivían en soledad, separados de otras etnias por las barreras naturales, pensaban que antes de la llegada del hombre blanco eran los únicos seres humanos. 

Referencias

"Tierra del Fuego: la creación del fin del mundo", Guillermo Giucci. 



18 oct 2024

El Valle de los Altares

La travesía comienza en la ciudad de Esquel con rumbo hacia el centro de la provincia del Chubut. Hemos transitado más de 300 kilómetros a través de la Ruta Nacional 25 por la inmensa soledad de este confín de la Patagonia. El asfalto se extiende delante del vehículo como una línea recta perfecta que se pierde en el infinito. A cada costado, también sin fin, se despliega una meseta tan desolada que es posible imaginar un mundo deshabitado. 

Chubut es sinónimo de inmensas playas en la costa Atlántica, así como también imponentes montañas y lagos cristalinos en la cordillera de los Andes. Pero también existe un lugar ubicado en el corazón de la provincia que nos invita a viajar miles de años al pasado: la meseta de Chubut. Es un lugar cuyas características geográficas permiten hacer un viaje al período Jurásico. La meseta chubutense alberga paisajes insospechados, donde reina la naturaleza con la fuerza de la piedra y el viento. Pinturas rupestres, áreas desoladas y profundos cañadones. 

Al llegar nos sorprende un impactante cañadón al que se accede a través de rectas infinitas e interrumpidas curvas. Murallones de piedra, cursos de agua, montañas y mesetas se observan a lo largo del camino. Se denomina valle de Los Altares precisamente por su particular formación rocosa que simula altares naturales que apuntan al cielo irradiando sus colores rojizos. Los tehuelches consideraban que los cañadones tenían un sentido sagrado. 

Altos acantilados, cañadones y formaciones geológicas de millones de años de antigüedad. Las rocas se encuentran divididas por la corrosión y erosión del agua y el viento, formando una especie de tótems naturales que se yerguen hacia el cielo con la verticalidad más precisa. Hay unos 80 kilómetros de murallones de piedra que se observan desde el valle y llegan a elevarse hasta los 100 metros de altura. 

Al llegar a la localidad de Los Altares, vemos surgir entre las rocas la réplica de un dinosaurio desaparecido hace millones de años. El “Asfaltovenator” carga en su nombre con la historia y lugar de hallazgo: “Asfalto” por la Formación Cañadón Asfalto, que se formó hace alrededor de 171 millones de años, “venator” (cazador en griego) y “vialidadi” en honor al trabajo de Vialidad Provincial que ayudó en la extracción. La escultura fue realizada a tamaño real y es obra del artista Tomas Schinelli. 

La Dirección Provincial de Cultura hoy tiene la tarea de resguardar esta zona, que es área protegida y que guarda todavía unas pinturas del paso de los tehuelches. Es posible visitar en la zona un yacimiento de arte rupestre patagónico que se halla bajo custodia de la Dirección Provincial de Cultura. Aquí se puede apreciar una pintura indígena de 93 por 53 centímetros, del siglo X, compuesta por pigmentos minerales amalgamados con materia orgánica. 




14 oct 2024

La partida del "Mimosa"

25 de mayo de 1865. Era domingo de tarde cuando el velero Mimosa, de unas mil toneladas, levó anclas en el río Mersey, llevando a bordo ciento cincuenta y tres almas rumbo a un destino lejano. 

Pronto terminaron las acostumbradas señales de despedida, y entonces llegó para estos inmigrantes, divididos en pequeños grupos, el tiempo de pensar, soñar y también llorar, mientras repasaban la correspondencia recibida el último año de sus hogares y sus amigos. 

La neblina se acumulaba sobre la costa que comenzaba a alejarse, y también sobre el paisaje marítimo que se dilataba frente a los viajeros, mientras la larga procesión de bellas montañas desaparecía de su vista quizás por siempre.

Esta historia tuvo un protagonista intrépido e ingenioso: el reverendo Michael D. Jones, director del colegio de Bala. El reverendo profesor había hecho un recorrido por los distritos galeses en Estados Unidos y se apenó e impresionó mucho por la notable degeneración de esos pequeños grupos de compatriotas, arrojados en medio de masas de extranjeros, muchos de ellos inmigrantes atrasados y analfabetos de otras naciones europeas. 

Un comité de dirigentes formado en Liverpool inició negociaciones con varios países, con miras a adquirir un gran terreno en términos y condiciones favorables que permitieran a los galeses permanecer juntos. Habiéndose decidido por la Patagonia, fue fundamental el apoyo del representante argentino en Londres, que favoreció al proyecto después de consultar la opinión de su gobierno. 

En 1862, una delegación de dos miembros, integrada por Sir T. Love Jones Parry Madryn Castle, más tarde miembro del Parlamento por el Condado de Merioneth, y el señor Lewis Jones, miembro activo del comité del directorio, fue enviada a conferenciar con el gobierno argentino. 

Allí se decidió establecer una colonia galesa en el valle del río Chubut, que corre hacia el este a través del corazón de la Patagonia, desde los Andes hasta el Atlántico. 

Referencias

"La Patagonia que canta. Memorias de la colonización galesa", William C. Rhys. 



7 oct 2024

El histórico Touring Club de Trelew

Trelew, que en idioma galés significa “Pueblo de Luis”, en honor a su fundador Lewis Jones, tiene su historia ligada a los primeros colonos galeses que llegaron en 1865 a la provincia de Chubut e impulsaron la construcción del ferrocarril, creando una estación alrededor de la cual se desarrolló la ciudad. En la actualidad Trelew tiene un poco más de 100.000 habitantes. 

La estación Trelew, o Punta Rieles, fue la principal de la línea ferroviaria que unía la costa norte de Chubut con Las Plumas, en el interior de la provincia. En la actualidad no quedan huellas del complejo que fue en el pasado. Toda la zona fue renovada y se transformó en la estación de ómnibus, la Universidad de la Patagonia, la Plaza Centenario y el Museo Paleontológico Egidio Feruglio. El lugar donde se encontraba la estación original fue destinado a la creación del Museo Pueblo de Luis.

Al ingresar al museo, nombre que recuerda al fundador de Trelew, uno se sumerge en un viaje al pasado, donde es posible descubrir elementos que hacen referencia a la historia de la ciudad, especialmente relacionados a los pueblos indígenas de la zona y la colonización galesa. Aquí también se encuentra la Plaza de las Colectividades, un homenaje a las diversas colectividades que se asentaron en Trelew. Hay banderas de los países de los inmigrantes que llegaron a la zona y en el centro un obelisco que conmemora el centenario de la colonización galesa (1865-1965). 

Al viajar por la Patagonia, las historias se suceden. En cada ciudad, pueblo, y hasta en los lugares más recónditos, donde el viento y el silencio imperan, siempre hay una historia por descubrir. Como en otros lugares de la Patagonia, Trelew también tiene historias y leyendas. 


En el hotel Touring Club se habrían alojado Butch Cassidy junto a su compañero Sundance Kid, los famosos ladrones de bancos norteamericanos que huían de la justicia estadounidense refugiándose a miles de kilómetros en la Patagonia. Hay un recorte en la pared dentro del hotel que muestra a los fugitivos, en la nota de época del New York Times, aparece el clásico “Buscado”, con el rostro de Butch Cassidy y una recompensa por 10 mil pesos. 


En el hotel también se alojó Antoine de Saint-Exupéry, el célebre escritor francés, autor del “El Principito”. Por las calles de Trelew, circula la leyenda de que para crear la imagen de la boa dirigiendo al elefante, a la cual hace alusión la primera hoja del El Principito, el autor se inspiró en la forma de la Isla de los Pájaros, ubicada a 130 kilómetros de Trelew.  






2 oct 2024

El antiguo fuerte San José

Los restos arqueológicos de uno de los enclaves defensivos y productivos instalados por la Corona Española entre 1779 y 1810 en Península Valdés dan cuenta de un establecimiento precario en un contexto de escasez y de tensiones interétnicas. Según afirma un equipo de investigación del CONICET, existe mucha documentación acerca del carácter y de las intenciones de la corona española a la hora de establecerse en ciertos sitios que consideraba estratégicos.


Estos asentamientos tuvieron la función de incorporar sus puertos al sistema de intercambio colonial y fueron diseñados como proyectos sociales novedosos en los que se buscaba crear poblaciones con una base agrícola y condiciones sociales igualitarias. Hacia fines del siglo XVIII, la corona española llevaba adelante un conjunto de reformas en sus territorios más australes para renegociar su posición en el tablero colonial de potencias europeas.

La creación del Virreinato del Río de la Plata (1776) tenía como fin optimizar las rentas reales y las medidas tributarias, reafirmando al Atlántico como esfera comercial. El mismo año, los Estados Unidos de América declaran su independencia, perdiendo Inglaterra sus colonias del norte. Siendo evidente su necesidad de cubrir la pérdida, España decide ocupar efectivamente la Patagonia.

La descripción de Thomas Falkner en 1774 se imprimió en Inglaterra una obra sobre la Patagonia austral y las regiones circundantes, escrita por un jesuita llamado Thomas Falkner, quien vivió en las provincias del Río de la Plata por más de cuatro décadas. El impreso, que incluyó un mapa de la región, realizó una descripción bastante detallada de la geografía patagónica, a la par que recalcó la debilidad del dominio español sobre esas tierras.

El libro “Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América Meridional”, advertía la facilidad de ocupar el territorio patagónico por la ausencia de cualquier presencia española. La obra de Falkner causó gran preocupación y alarma en la corte real española, ante la posibilidad de que se concretara la instalación de un establecimiento inglés en las costas de la Patagonia austral, como de hecho sucedió en 1765 en las islas Malvinas.

Las observaciones de Falkner eran reales. Buques balleneros ingleses y de otras nacionalidades operaban desde hacía tiempo en los mares del sur con absoluta libertad, incluso en tierra existían bases transitorias que prestaban apoyo a estos buques y a cazadores de lobos marinos. En los años sucesivos, se intensificaron las expediciones a la región con la finalidad de encontrar posibles establecimientos comerciales o militares extranjeros, cuya presunta existencia se vio corroborada por las noticias acerca de una ciudad poblada de hombres blancos en los territorios australes de América.

A fines del siglo XVIII, la Patagonia era considerada en Europa como una región marginal con cierta importancia geoestratégica por permitir el paso al Océano Pacífico a través del Cabo de Hornos. Siguiendo estos objetivos y con el fin de reafirmar la presencia española en el área, a partir de 1778 se promulgan las Reales Cédulas para la fundación de los establecimientos patagónicos y entre 1779 y 1780 se fundan los asentamientos.

Los últimos días de 1778 se organizaron los primeros viajes desde España y a principios de enero de 1779 partieron desde Buenos Aires hacia la costa patagónica. El 7 de enero de 1779 Juan de la Piedra desembarca en la costa sur del golfo San José,descubierto por él. 

Tras hacer reconocer las características topográficas de la península de Valdés, descubriendo Villarino los manantiales conocidos con su nombre y la Bahía Sin Fondo, a la que diera el nombre de Puerto Nuevo, dispuso la construcción del Fuerte de Candelaria, origen de la posterior Estancia del Rey, cuyas haciendas fueran las primeras introducidas en la Patagonia. En los primeros días, el piloto Don Basilio Villarino localizó la entrada al Río Negro, confundida hasta entonces con la del Río Colorado; fue también responsable del hallazgo más significativo para San José, el de los manantiales de agua dulce cerca de la Salina Grande en el interior de la Península.

En abril Francisco de Viedma salió con la mayor parte de la tripulación para instalarse en el Río Negro, donde fundará Nuestra Señora del Carmen en abril de 1779. Dejó a cargo del Fuerte San José a su hermano, Antonio Viedma, quien luego de enfrentar condiciones durísimas, por el clima, la calidad del agua y el malestar de la tropa, en septiembre abandonó el fuerte a manos del teniente Pedro García y seis soldados que permanecieron por decisión propia. Durante este período el esfuerzo mayor fue reconocer la zona y buscar los recursos básicos como el agua y leña.

De la Piedra fue el primero en informar en enero, relatando el establecimiento de los campamentos y la búsqueda de agua dulce, mientras Villarino se centró en el relevamiento de Bahía sin Fondo y en las desembocaduras de los ríos Negro y Colorado. Antonio Viedma, luego de abandonar el fuerte, argumentó desde Buenos Aires que San José era de peor calidad que San Julián por tener demasiado terreno salitroso. A partir de los informes y reclamos se observa que las duras condiciones y la partida de los comandantes de la expedición dejaron al Fuerte San José desprotegido, siendo constante la demanda por abastecimiento, así como los inconvenientes para obtener agua dulce.

Un monolito recordatorio del desembarco de 1779 de Juan de la Piedra fue erigido en Playa Villarino sobre el Golfo San José, en la costa. Juan de la Piedra vuelve hacia el norte, y el 30 de julio de 1784, en su calidad de Superintendente de la Costa Patagónica, se dirige por carta al Conde de Floridablanca, informando sobre las utilidades y desventajas de establecerse en dicha costa.


Mi libro "Historias de la Patagonia"

‘ Historias de la Patagonia’ es una maravillosa crónica histórica y viajera de una región especial conocida como “el fin del mundo”. Desde l...